Jonás, el profeta que se opone a los falsos nacionalismos
¿Quién escribió el libro de Jonás?
A ciencia cierta no lo sabemos
¿En qué año se escribió?
Tampoco sabemos
¿Es una historia literal o es una parábola?
Quien sabe
Entonces ¿De qué podemos estar seguros? De que su mensaje
llega fresco y significativo hasta nuestros días.
Nos relata Judas de un profeta que no le molesta hablar de
Dios a su pueblo pero que busca limitar su amor a los extranjeros.
En épocas del Antiguo Testamento era muy común que los
pueblos consideraran a sus dioses como propios; dioses étnicos y geográficos. Esta
interpretación etnocéntrica fue la que tuvo Israel en sus orígenes: “Dios es el
Dios de Israel”.
He aquí el problema de Jonás: él no era un cobarde, no huyó
de Dios por miedo. Simplemente no consideraba apropiado que Dios manifestara su
amor a un pueblo que no le pertenecía.
Un mensaje muy actual para Nuestra América que dividida y
dominada se arroga el derecho de administrar sus propias miserias.
Los nacionalismos que dividen, que no se proyectan hacia su
hermano porque nació del otro lado de un
charco o una montaña son ideologías vetustas condenadas por Dios desde siempre.
Ese es el mensaje de Jonás: todo lo que nos divide de
nuestro hermano es pecado. Dios es universal y no le dio riquezas a unos
quitándoselas a otros. Dios no categoriza.
Las clases sociales no son de Dios, las fronteras no lo son.
El mundo es uno y sus riquezas para todos.
El cristiano debe aprender esto y asumir su rol profético de
predicar al mundo entero la igualdad y la confraternidad que emanan del amor
incondicional de un Dios sin límites ni fronteras.
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