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Mostrando las entradas de mayo 10, 2009

DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Eduardo Galeano Es justa la justicia? El que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó, legalizó la tortura y mandó aplicarla? ¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden? Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes? ¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan? ¿Por qué la justicia es ciega de un solo

antiguo virus

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Todos estamos preocupados por el virus de la gripe porcina. Parece que ya hay casi 500 infectados y, el 10% han fallecido. Aquí en América del Sur, nos preocupa mucho el dengue. En Brasil murieron ya como 38 personas y en Argentina la epidemia ya se llevó tres vidas. El SIDA también es una preocupación mundial. Sin embargo, hay un virus del que muy poco nos cuidamos y es el más dañino de todos. Se llama imperialismo y no le molesta matar sin discriminar a justos de pecadores. Entre el cuatro y el cinco de mayo de este año, una invasión del virus del yoni mató a más de 100 civiles, la mayoría, por supuesto, niños indefensos y mujeres que huían a refugiarse en sus viviendas. Es el mismo virus que no hace mucho tiempo atrás contrajo Iraq matándole un número impreciso de civiles (hay quienes contaron hasta el millón) en busca de unas armas químicas que nunca encontraron. Y un tiempito más atrás atacó a los ciudadanos del golfo pérsico matando a 600.000 iraníes. La mitad de ellos no eran mi