Siempre creí que nacionalismo y amor por la patria son cosas diferentes. Incluso hasta opuestas. Los argentinos, siempre extremistas, nos hemos parado históricamente en extremos del péndulo. O somos nacionalistas (así, con z) o hablamos de “este país de porquería”. ¿Se puede querer a su patria sin odiar a las demás? ¡Por supuesto que sí! Durante centenares de años los pueblos fueron creando una forma de ser, un idioma y costumbres que son, sin dudas, las formas que más sirven para sobrellevar la vida en ese entorno. Por lo tanto, sería más que tonto rechazar lo propio suponiendo mejor lo otro, sólo por ser extranjero. En una época, los libros de texto escolares en Argentina, usaban un lenguaje que no era propio de nuestros lares. Muchos maestros enseñaban el buen lenguaje haciéndonos mencionar las “elles” que nosotros (al menos en Buenos Aires) pronunciamos como Ye. Las películas argentinas de mediados del siglo XIX usan un idioma llamado ridículamente “neutro” donde prevalece el “t