elogio del Pie
Leonardo Boff, Koinonía Si algún extraterrestre viniese a la Tierra y se fijase en cómo los humanos tratan sus pies, sospecho que quedaría escandalizado. Parece que los consideran la parte menos noble del cuerpo, pues los esconden. Peor, intentan sofocarlos con un pedazo de tela llamado calcetín. Después, los estrangulan con algo más duro, de cuero, los zapatos. No contentos con eso, los atan con finas cuerdas, los cordones o lazos, para estar seguros de que no van a soltarse. Y por último, colocan todo el peso del cuerpo encima de sus pies, obligándolos a respirar el polvo de los caminos, a sufrir la dureza de las piedras, a sentir la suciedad de los charcos y el mal olor del fango. Pero esa interpretación de los alienígenas es externa, y equivocada. Lo que se hace a los pies es para cuidarlos, pues constituyen nuestro medio natural de transporte. Mas aún, los pies son la señal más convincente de nuestra hominización. Dejamos atrás el reino animal cuando nuestros antepasados antropo