Derribando muros de enemistad II

2.- El derrumbe social (la caída de los prejuicios)
Otro muro que es imperante derribar es el muro de los prejuicios. Sabemos que en más de un país existen iglesias cristianas para negros y para blancos, y me atrevería a decir que es universal que existan iglesias para pobres y ricos. Los mismos cristianos ponen barreras buscando volver a construir desde los escombros de un muro derribado por su maestro una muralla de prejuicios raciales, nacionales, culturales y políticos.
Decía Sastre que para fortalecer un grupo es necesaria la creación de un enemigo externo y un sospechoso interno. No estoy de acuerdo, no al menos en todos los casos. Es posible ver en el otro, en el diferente, no un enemigo sino un complemento, miembro de un círculo más grande que comprende al mío. No tiene porqué oponerse sólo por ser diferente.
Las mujeres, por ejemplo, son otro sexo, pero no enemistados con el hombre sino complementario. Ambos conforman un endogrupo mayor al que llamamos “raza humana”.
La soberbia de pensar que los cristianos somos los dueños de la verdad absoluta nos ha llevado a pensar que las otras culturas están sujetas por completo a las garras del demonio. Todo lo de ellas es malo. Predicar el evangelio se ha convertido entonces en un avasallamiento cultural, político y económico de los pueblos endemoniados (y pensando así los demonios somos nosotros). Es así como predicar el evangelio en América Latina ha sido sinónimo de predicar las costumbres burguesa de la cultura anglo sajona.
Podemos ver en el otro un “igual – diferente”. Podemos acercarnos a otras culturas sin ultrajarlas en nombre del evangelio. Podemos convivir con el que piensa y actúa diferente sin tratar de humillarlo. Se puede no ser inferior ni superior, sólo distinto.
El evangelio destruye muros de enemistad, no los levanta.

Comentarios

Anónimo dijo…
Excelente!!!!

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