Babilonia la grande ha caido

Edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo
El llamado prólogo primitivo (los primeros once capítulos del génesis) relatan la introducción del pecado en el mundo y el tratamiento que Dios le da. El capítulo 3 nos habla de la desobediencia del hombre. El cuatro del asesinato de Abel por su hermano Caín. Desde el seis del arca de Noé y el diluvio. Todos estos casos muestran a un Dios compasivo que perdona y restituye. Sólo el capítulo once cuando relata el incidente de la torre de Babel, muestra a un Dios que no está dispuesto a perdonar. Dios desciende, confunde, divide, pero la Biblia no registra perdón al pecado de los babilónicos.
La interpretación más tradicional nos hace ver la división de los pueblos como una bendición divina que concluye con la unidad de las lenguas en Pentecostés. Nada dice del proyecto hegemónico de un imperio. Nada del lenguaje como medio de dominación. Mas sabemos de sobra los latinoamericanos que la división de los pueblos jamás es una bendición de Dios.
La construcción de la torre de Babel nos habla de un grupo de hombres que se juntan para armar una ciudad y una torre alta que centralicen su poder hegemónico dándose fama (“un nombre”) por su demostración de poder.
Un imperio que comienza a construirse y es derribado por el accionar divino nos remite sin dudas al texto de Daniel 2 donde el rey Nabucodonosor de Babilonia se ve como la cabeza de oro, rectora ideológica de una sucesión de imperios opresores hasta que la intervención divina pone coto derribándola desde las bases y construyendo lentamente un orden nuevo. El proyecto de Dios es antiimperialista.

Los imperios y la palabra
Desde “la cabeza de oro”, todos los imperios utilizaron la misma táctica de dominación. Con respecto al idioma, no sólo cometieron el delito de que los pueblos sometidos estén obligados a usar el lenguaje imperial como idioma único sino que a las palabras que usaban le cambiaron el significado.
Esto es a lo que Orwell llama el “doblepensar” o “el doblehablar”, una táctica muy usada por aquellos que quieren disimular el verdadero sentido de lo que están diciendo. Así, por ejemplo, cuando con un propósito económico quieren bombardear aldeas indefensas con mujeres embarazadas, ancianos y niños; hablan de “pacificación”. Cuando quieren sacarse de encima el problema de las personas con discapacidad, las llaman “personas con capacidades diferentes”. Lo que se busca con esta verborragia incoherente es quitar la imagen de la palabra. Cuando escuchamos “pacificación”, la imagen que viene a nuestra cabeza, no es la de aquella aldea, cuando un político habla en Argentina diciendo que “hay que aumentar la seguridad”, nadie sospecha que se está aludiendo a la represión que pretenden imponer a un pueblo que sufre. Cuando se nos dice “personas con capacidades diferentes, no nos viene a la mente un hombre con estado de salud precaria que en el mejor de los casos necesita inclusión y en todos la intervención directa del Estado.En 1949 Orwell escribe una novela futurista que se llama “1984” donde relata la vida en tres imperios que luchan eternamente por el poder. Para conseguir dominar al pueblo, cada uno de estas fuerzas, creó lo que se dio en llamar: la “neolengua”, un lenguaje que mediante la inversión de sentido y la quita de imágenes mentales, busca despojar de significado al discurso, a tal punto que ya nadie, ni el propio Estado puede entender el mensaje que está queriendo dar. “¿No se dan cuenta de que el objetivo de la ·neolengua· es estrechar la amplitud del pensamiento? A la postre el delito de pensar será literalmente imposible, porque no habrá palabras para expresarlo. Cada año… el grado de conciencia se vuelve un poco menor…”La sentencia de Dios: Descendamos y confundamos su lengua, no es entonces una división del idioma popular sino precisamente todo lo contrario: el accionar de Dios le devuelve al pueblo el sentido de su palabra, su lenguaje, su capacidad de pensar y decidir, su unidad.
La construcción de torres altas y murallas
La muralla china, el muro de Berlín, el muro que USA está construyendo en la frontera con México, son muestras claras de cómo actúan los imperios: separan y dividen.Así actuó Babilonia: Hagamos una muralla y una torre alta que centralicen nuestra hegemonía. Dividamos nuestra ciudad del resto del mundo. Otra vez más: el “dividir y confundir” de Dios, no implica lo que el fundamentalismo supone sino todo lo contrario: Dividir la hegemonía, el pensamiento y lenguaje único de Babel, es precisamente devolverle al pueblo la diversidad cultural como parte de la unidad en la diversidad.

Claudio Cruces

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