positivismo evangélico
La llegada de los primeros evangélicos organizados a
nuestras costas se produjo luego de la independencia en el siglo XIX. Las
sociedades bíblicas hicieron pie en la persona de Thompson que llegó como
colportor a Buenos Aires en 1819 cruzando la cordillera en 1821 y viajando al
Perú tres años después. Presbiterianos, metodistas y una gran embestida de
origen británico llegaron a fines del siglo en cuestión.
Una segunda ola evangelizadora, esta vez con fuerte presencia
norteamericana llega a principios del siglo XIX
Ambas ofensivas evangelizadoras enarbolaban el positivismo
como forma de vida. Comte y Dunkheim fueron los
profetas seculares tal vez hasta desconocidos que en manos de los
misioneros británicos y norteamericanos llevaron los recursos de dicha
filosofía para usarlo como arma de interpretación bíblica.
Con el correr de los años la supuesta objetividad
positivista recibió un barniz de santidad y aunque los tiempos han cambiado,
muchos creyentes evangélicos siguen creyendo que a la Palabra de Dios se debe acceder
desde una objetividad aséptica. La historia, los cambios sociales, culturales,
etc. No tienen ninguna importancia. El mensaje de la Biblia es eterno objetivo
e inmutable.
Y sin darse cuenta llegan a creer opuestos y hacen caer en
ridículo el mensaje bíblico. Son pacifistas violentos. Guardadores y
desobedientes de la ley al mismo tiempo. De allí la actitud conservadora y
contrarevolucionaria del fundamentalismo
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