Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres
El apóstol Pablo, en su carta a los romanos toca el tema de la verdad diciendo que: “la ira de Dios se revela contra los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Es una definición interesante porque Pablo no dice que lo que no deja avanzar a la verdad es la mentira. La mentira no “detiene a la verdad”, podrá demorarla, tal vez, pero no la detiene. Si lo opuesto de la verdad, si lo que atrapa y encarcela a la verdad, fuera la mentira, sin duda que la verdad estaría limitada a un debate ideológico, sería una teoría, algo para conversación de café.
Pero Pablo opone a la verdad, no a la mentira sino a la práctica de la injusticia. Por lo tanto, la Biblia define a la verdad no como algo teórico sino como una praxis, la práctica de la justicia. No sólo Pablo, toda la Biblia define a la verdad en vínculo directo con la práctica de la justicia. El escritor de Proverbios, por ejemplo, nos dice que “el que habla verdad declara justicia” (12:17) También el “Cántico del Siervo”, de Isaías 42 nos dice que el mesías “por medio de la verdad traerá justicia” (vs. 3)
También el libro de Isaías nos dice que “la verdad se puso lejos” ¿Porqué? “porque la verdad tropezó en la plaza” (59:14). La plaza era el lugar donde se debatía teóricamente; es allí donde la verdad “teórica” tropieza y se distancia de la justicia.
Volviendo al Nuevo Testamento, Juan nos dice que mentimos, cuando “no practicamos la verdad” (1:6)
Por eso cuando a Jesús le preguntan qué cosa es la verdad, él calla. Porque la verdad no es teórica, no se puede discutir en sobremesa. La verdad es dialéctica porque es práctica: la práctica de la justicia.
Así es que Jesús dice: “yo soy el camino, la verdad y la vida”. Comparar la verdad con la vida y con el camino es definir dialécticamente a la verdad. La vida no es estática, el camino nunca está quieto; la verdad entonces, tampoco está quieta. Es dinámica, se hizo para caminarla.
El apóstol Pablo, en su carta a los romanos toca el tema de la verdad diciendo que: “la ira de Dios se revela contra los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Es una definición interesante porque Pablo no dice que lo que no deja avanzar a la verdad es la mentira. La mentira no “detiene a la verdad”, podrá demorarla, tal vez, pero no la detiene. Si lo opuesto de la verdad, si lo que atrapa y encarcela a la verdad, fuera la mentira, sin duda que la verdad estaría limitada a un debate ideológico, sería una teoría, algo para conversación de café.
Pero Pablo opone a la verdad, no a la mentira sino a la práctica de la injusticia. Por lo tanto, la Biblia define a la verdad no como algo teórico sino como una praxis, la práctica de la justicia. No sólo Pablo, toda la Biblia define a la verdad en vínculo directo con la práctica de la justicia. El escritor de Proverbios, por ejemplo, nos dice que “el que habla verdad declara justicia” (12:17) También el “Cántico del Siervo”, de Isaías 42 nos dice que el mesías “por medio de la verdad traerá justicia” (vs. 3)
También el libro de Isaías nos dice que “la verdad se puso lejos” ¿Porqué? “porque la verdad tropezó en la plaza” (59:14). La plaza era el lugar donde se debatía teóricamente; es allí donde la verdad “teórica” tropieza y se distancia de la justicia.
Volviendo al Nuevo Testamento, Juan nos dice que mentimos, cuando “no practicamos la verdad” (1:6)
Por eso cuando a Jesús le preguntan qué cosa es la verdad, él calla. Porque la verdad no es teórica, no se puede discutir en sobremesa. La verdad es dialéctica porque es práctica: la práctica de la justicia.
Así es que Jesús dice: “yo soy el camino, la verdad y la vida”. Comparar la verdad con la vida y con el camino es definir dialécticamente a la verdad. La vida no es estática, el camino nunca está quieto; la verdad entonces, tampoco está quieta. Es dinámica, se hizo para caminarla.
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